Reflexiones en tiempos de Coronavirus
Si quieres hacer una reflexión sobre estos tiempos que estamos viviendo, mándanos un correo: elcriticonoticias@gmail.com y publicaremos esa aportación en este espacio.
05/04/2020 Natalia Sáez
Mirad el mundo en el que vivimos, mirad a
vuestro alrededor un segundo. Probablemente lo que veáis dista mucho de lo que era
hace un mes: tu calle ya no es la que era porque ya no corren los niños por la
calle ni esa vecina cotilla sale a ver qué pasa a su alrededor; ir al trabajo
ya no es igual porque directamente ya no vas, ahora te conectas a través de una
pantalla y has perdido por completo la noción del día en el que vives y lo que
tienes que hacer cada día; la tecnología que antes te daba alergia ahora se ha
convertido en la única forma de conectarte con el mundo, tus amigos, tu
compañeros de trabajo, ahora solo les ves por las redes y hasta echas de menos
a ese que te caía mal ... Es tan distinto ahora todo lo que te rodea que lo
único que quieres es levantarte al día siguiente pidiendo a quien sea que te
esté oyendo que se acabe ya, que vuelva todo a la normalidad, que vuelvan los
amigos, la familia, las cañas en los bares, ver a los del trabajo, quedar con
quien llevas tanto tiempo esperando ... Ahora valoramos más que nunca el valor
del tiempo, de los momentos, de los segundos. No sabes las ganas que tengo de
vivir esos segundos como si fueran los últimos, vivir al máximo la vida,
disfrutarla como si mañana no existiera, porque cada abrazo, cada beso, cada te
quiero puede ser el último. Así que disfruta cada segundo al máximo, porque eso
es lo único que nos queda al final.
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03/04/2020 Palmira Peláez Fernández
Los días especiales son todos los días; ya lo eran antes,
pero no nos hemos dado cuenta hasta que nuestras vidas se han trastocado.
Qué insignificante parece dar un beso cuando te encuentras
con alguien y lo saludas, salir a dar un paseo, quedar con un amigo a tomar un
café… y qué grande nos parece todo esto ahora que no podemos hacerlo.
Sin embargo, sí está dejando algo bueno esta pandemia: y es
la solidaridad humana, del pueblo, del ciudadano de a pie.
La de los vecinos que les preguntan a sus del bloque si
necesitan algo del súper; la de esa farmacéutica –Celia– que llama a su
clientes mayores: “Celestino, ¿cómo te encuentras hoy?, no salgas, eh! si
necesitas algo nos llamas…”; ese Guardia Civil que, en la carretera, se pone en
paralelo con los camiones que nos abastecen de comestibles….les hacen señales
de apoyo, porque ellos, cuando llegan a casa, también agradecen que alguien
haya trabajado para que eso sea posible.
El calor y la empatía humana se han colado en todas las
casas, por todas esas ventanas y balcones que abrimos a las 20:00 a aplaudir,
cada vez más, a todos los colectivos.
Es triste, y deja mal sabor de boca, que cuanto más apoyo da
el pueblo y más nos animamos entre todos a resistir este confinamiento,
nuestros políticos –de todos los niveles y de todos los signos políticos–
siguen sin estar a la altura; siguen haciéndose solo reproches electoralistas;
siguen sin empatizar con el ciudadano, sobre todo con los más vulnerables;
siguen sin tener conciencia de lo grave que es la situación, salvo en lo que a
ellos les pueda perjudicar en unas próximas elecciones; y siguen sin darse
cuenta de que ellos están ahí porque el pueblo los ha elegido.
Así que espero que todo esto pase pronto, que volvamos a la
normalidad de los besos, de los paseos, de los cafés… y que disfrutemos de todo
ello.
Pero espero que no se pierda esa solidaridad, ese calor
humano, esa empatía … y esa disposición a ayudarnos que nos caracteriza como
sociedad.
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02/04/2020 Natalia Sáez
Qué largo se hacen los días últimamente.
Hace un rato hablaba con una de mis mejores amigas, recordaba
como si fuera sábado estaríamos con una copa en la mano disfrutando del fin de
semana y de la vida. Ahora echo la vista atrás y me doy cuenta de con qué poco
éramos felices, con pasar tiempo con los que queremos, con abrazarlos, con
darles un beso... Esas cosas que parecían tan insignificantes que ahora echamos
tanto de menos y que nos hacen darnos cuenta de lo imprescindibles que son los
pequeños momentos, esos instantes que se nos escapan entre los dedos y que
ojalá y ahora hubieran sido eternos.
Parece que no nos hemos dado cuenta de que la vida no es más
que bailar con el mundo, y que cuando él quiere parar la música, todo se para y
dejamos de bailar, y sin darnos cuenta aquí estamos, detenidos, sin bailar, sin
reír, sin tan siquiera poder salir a la calle, viendo a nuestros seres queridos
por una pantalla porque están lejos, siendo conscientes de que el mundo ha
querido que nos detengamos para aprender.
Yo solo espero que aprendamos la lección rápido, que pueda
volver a daros un beso, abrazaros, deciros cuanto os quiero a la cara,
disfrutar de cada momento como si fuera el último, y bailar, que el mundo
vuelva a ponerme música y bailemos juntos porque eso significará que hemos
aprendido la lección.
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01/04/2020 Natalia Sáez
Acabo de salir a la terraza, a sentarme en
el que se ha convertido en mi sofá favorito desde hace dos semanas. Hoy es
domingo y me he dejado el habitual café de las cuatro de la tarde y he cogido
la copa de balón, con una buena ginebra que tenía escondida en el armario que
solo sacaba en ocasiones especiales.
Pero desde hace unos días, las ocasiones
especiales han desaparecido. Ahora para mí, una ocasión especial es una
videollamada con mi familia que está lejos, ver a mis amigos de toda la vida
por Skype o poder ver a mi vecino de más de setenta años sacar a pasear al
perro. ¿Sabéis por qué se han convertido en especiales esas cosas que antes
eran tan banales? Porque significa que están bien, que siguen vivos, que siguen
resistiendo.
No importa si están en la otra punta del
mundo, en la ciudad más lejana del país o en la acera de enfrente, ya nada es
como antes, ahora me conformo con verles a través de una pantalla unos pocos
minutos al día sabiendo que están bien.
Por eso he decidido beberme una buena copa
hoy, de esa que se ha vuelto mi ginebra favorita estos últimos días, porque me
apetece brindar por todos vosotros, los que dais la vida a diario luchando, los
que lleváis desde hace semanas la palabra sacrificio tatuada, los que no os
rendís y seguís, los que estáis en casa a pesar de esas cuatro paredes que os
comen cada día más...
Hoy brindo por ellos, por ti que me estás
leyendo, por vosotros mis amigos de Inglaterra y Alemania... por mi familia de
Madrid, por mi gente del pueblo que está a calles de distancia, por ti que me
ves desde arriba y me proteges. Que ganas tengo de sacarme la copa y brindar
con todos en persona, pero tranquilos, ya lo haremos. Brindaremos porque está
mierda por fin se haya acabado.
Chin chin!
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01/04/2020 Natalia Sáez
Acabo de leer la noticia de que unos
ancianos han sido recibidos en un pueblo a pedradas por 'llevar el
coronavirus'. Y la noticia a parte de lo triste que es, demuestra hasta donde
llega la estupidez humana.
Ahora resulta que son los ancianos los que
llevan el virus, y tú qué sales a pasear al perro veinte veces al día no, tú
qué vas a comprar diez barras de pan al Mercadona como si no hubiera mañana,
que te faltan estanterías en tu casa para guardarte el papel higiénico.
Cada vez que pongo la televisión en casa no
hago sino oír noticias a la par de tristes, donde se demuestra que en
situaciones extremas hay seres humanos estúpidos. ¿Atropellar a un guardia
civil que está haciendo su trabajo por saltarte un control del virus? ¿En
serio?
No sé en qué clase de mundo vivimos y
tampoco sé si cuando todo esto pase aprenderemos algo. Espero que sí, que
seamos más humanos, más cercanos, que la empatía la llevemos por bandera, que
'no me gustaría que me lo hicieran y por eso no lo hago' fuera nuestro himno.
Que te quedes en tu casa de una vez porque
si no ni en Navidad vamos a poder ver a nuestra familia. Que dejes en paz al
perro, que dejes el pan y el papel del culo, que te quedes en el sofá hablando
con tus padres o tu pareja, que vivas la vida desde dentro de tu puñetera casa
que ya tendrás tiempo de salir y que dejéis de hacer el gilipollas, que por el
error de algunos podemos pagar todos.