El poder de la radio, el poder de los medios, la guerra de los mundos
Palmira
Peláez Fernández ppelaez@valdepenas.uned.es
El
poder de la radio, el poder de los medios, la guerra de los mundos ¿Qué
ocurriría si en pleno siglo XXI, en esta era de la comunicación, un “Orson
Welles” ideara una “fake news”? Si tomamos conciencia de lo que pudiera suponer
esa difusión, quizá entraríamos en pánico o tal vez esa repercusión no llegara
a producirse.
Para
empezar, aclarar que la guerra de los mundos fue un entretenimiento
radiofónico, que tuvo lugar hace ya casi 85 años, ideado por un joven productor
y guionista que trataba de hacerse un hueco en el mundo del cine: Orson Wells.
Este, junto a su compañía The Mercury Theatre,
diseñó un espectáculo para ser emitido a través de la radio, el medio de
comunicación más popular en las primeras décadas del siglo XX, a modo de
retransmisión de la invasión marciana de la Tierra. Todo ello, haciendo mención
a la salvedad de que, desde el inicio del programa, se había insistido en que
se trataba de la dramatización de un guión basado en una novela.
Para
comprender mejor por qué cundió ese pánico es preciso tener en cuenta la
crispación social que se vivía, crisis económica, y una situación de preguerra
en Europa; circunstancias que justificaban la credibilidad que se reconocía a
toda la información que, a través de las ondas, llegaba a la población.
Lo
cierto es que ese programa supuso un empujón hacia la fama de ese joven
guionista, cuya retransmisión fue seguida por millones de personas, a lo que
cabe añadir que, al día siguiente, los periódicos de todo el país recogieron esa
“falsa noticia”.
Casi
un siglo después, este programa sigue despertando interés. Por un lado,
desmintiendo que tuviera la repercusión mediática que en su momento se señaló,
indicando que no hubo tantos crédulos como se afirmó; pero por otro, reconociendo
que fue una de las primeras “fake news” y con ella se evidenció la capacidad
que tiene un medio de comunicación de masas de crear una historia, difundirla y
hacerla verdadera.
Probablemente,
en la actualidad pensamos que si a día de hoy se programara algo similar, el sentido
común y los conocimientos actuales nos dirían que se trata de un programa
ficticio, y no caeríamos en el error de creerlo real. Pero nada más lejos de la
realidad, y por ello, es preciso reflexionar sobre esto.
En
el siglo XXI, siglo de la comunicación, de la información, de Internet… y todas
las redes sociales, la información que nos llega a través de estos medios es
sesgada. Está sesgada en el momento que realizamos la primera búsqueda, porque,
para empezar, indicamos unos parámetros de búsqueda conforme a nuestra
tendencia. Sesgada por motivos religiosos, raciales, políticos, de género, de
edad… Y sesgado hasta por medios que denuncian “sesgos” ya que incluyen ellos
mismos otros sesgos afines a su ideología.
Y
por último, el sesgo cognitivo que cada uno aportamos: nuestra mente simplifica
la información que nos llega para quedarnos exclusivamente con lo que nos
confirma nuestra visión del mundo.
Cuando,
a día de hoy, vemos la cantidad de información falsa que se difunde y propaga a
una velocidad de vértigo y, en contraposición el importante número de webs analizando,
desmintiendo y denunciándolo es preciso pararse a pensar sobre las
consecuencias que tienen estos hechos, y la controversia, en cuanto a la
relevancia que se da a estas noticias, por las falsas expectativas que se
crean.
Es
preciso pararse a pensar en la importancia de transmitir y divulgar noticias falsas. Quizá a día de hoy no se salga a la calle a disparar contra “una máquina
de guerra marciana gigante” como ocurrió con la retransmisión de Welles; pero
sí es posible entrar en un pánico emocional y un pesimismo antropológico de la
sociedad.
La
percepción que existe es que, por mucho que nos encontremos en la era de la
información, somos más vulnerables a la (des)información o a la información
manipulada.
A bote pronto yo diría q a la sociedad tampoco le importa mucho q la manipulen.
ResponderEliminarRealmente nadie se siente manipulado, pues además el q lo descubre se calla por orgullo.
No solo no importa, sino que así te sientes parte de la masa...la de Ortega
ResponderEliminarY no es callar por orgullo, sino que no se note que puedo pensar...no vaya a ser que no me admitan.
Todos nos creemos importantes y poco manipulables. En este sentido hace mucho leí el Discurso del método y creo recordar que en su prólogo Descartes decía: Todos nos quejamos, o nos podemos quejar, de nuestro físico, de nuestra inteligencia, de nuestra circunstancia... pero nadie se queja de su buen sentido.
ResponderEliminarBuen sentido, individual incuestionable. Otra cosa es "le bon sens" colectivo, aquel al que apelaba Malroux ante De Gaulle en el discurso a la nación.
Ese buen sentido individual, equivocado o no, del que no dudamos, al final, es nuestro soporte vital.
Efectivamente Lorenzo. Gracias
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